miércoles, 7 de septiembre de 2011

flâneur


Oh gente que conozco, yo que conozco a los otros, nos dice Guillaume, me basta con oír el ruido de sus pasos para indicar por siempre la dirección que han tomado. Como también nos dice que va, él, lo menos posible a las grandes bibliotecas, pues le gusta más pasear por los muelles, esa deliciosa biblioteca pública, el más hermoso y agradable paseo en el mundo. Como nos dice, siempre, tantas otras cosas.

Desconociendo a los otros, no bastándonos el ruido de sus pasos, ni el de los propios, pasearemos nosotros, ahora, los muelles de Barcelona.

En La Central del Raval, con Sergi Bellver, Jekyll&Jill, y con cava para todos.

viernes, 1 de julio de 2011

antorcha inextinguible


Como Guillaume, y con él (ataviado a la manera de director de una imaginaria compañía teatral, con un bastón de trinchera en la mano, ante el telón bajo antes de la función, y saliendo del hueco del apuntador), sólo puedo, ahora, decirles:

Pero allá lejos todavía hay una hoguera
Donde se abaten estrellas humeantes
Y quienes las vuelven a encender les piden
Que se eleven hasta esas llamas sublimes
Y que ardan con ellas

Oh público
Sean la antorcha inextingible del fuego nuevo

[Mañana estará Guillaume en Madrid. También Jekyll&Jill, Fran Nixon y los Tipos Infames. Y parte de ecrevisse. Y otros, espero. Y, por supuesto, la mujer que baila alrededor de la montaña. Tal vez también estaré allí].

martes, 24 de mayo de 2011

solo entre el gentío


"Definitivamente estás cansado de este mundo antiguo".
Ya lo dijo él, Guillaume, completamente solo entre el gentío.

lunes, 16 de mayo de 2011

virgo


Una imagen de Cyril Villain. Vanitas.
Un libro-catálogo. Virgo.
Entre otros, los textos de Jessica Aliaga Lavrijsen y Víctor Gomollón.
También el mío. Redención.


REDENCIÓN

Cuando alguien, el mismo que había aconsejado a quienes le juzgaban que tuviesen buenas esperanzas ante la muerte, nos dijo que no decía más, porque era la hora de partir; cuando nos dijo, de sí mismo, que había de marchar a morir, mientras que nosotros, nos dijo, habíamos de quedarnos a vivir; cuando nos preguntó si éramos nosotros, o era él quien se encaminaba hacia un estado mejor; cuando afirmó, por último, que para cualquiera de nosotros, también para él, eso era oscuro, salvo para la divinidad; cuando, finalmente, calló y nada más nos dijo… fue, entonces, cuando comprendimos que cada una de las palabras del texto se nos desvanecerían desdibujadas por entre los dedos de las manos. Y así sentimos el aliento, que era silencio, en la nuca y lo escuchamos; así rozamos con todo el cuerpo la tierra firme; así nos salvamos de la trampa que nadie había escrito para nosotros; así abrimos la puerta de nuestros sexos, abrimos los pechos y ascendimos en un carro apócrifo hasta el fondo de los mares iluminados de estrellas. Entonces, cuando los brazos, como las piernas, eran de nervio y de madera, de trazo y de susurro, de pinceladas que, también, se nos diluirían como sangre por entre los dedos de las manos. Entonces, y solamente entonces, cuando, como él había dicho, al hombre bueno no alcanza ningún daño. En el momento preciso de la redención y de la carne.

miércoles, 4 de mayo de 2011

ombra




Tres fragmentos (reales) de Venecia, fechados en diciembre de 2006, y guardados en un pequeño cuaderno verde esmeralda sin pulir (como las aguas).

Y unas palabras de Joseph Brodsky:

"El agua es igual al tiempo y proporciona un doble a la belleza. Hechos en parte de agua, nosotros servimos a la belleza de la misma forma. Al rozar el agua, esta ciudad mejora la imagen del tiempo, embellece el futuro. Ése es el papel de esta ciudad en el universo. Porque, mientras nosotros nos movemos, la ciudad es estática. La lágrima es prueba de ello. Porque nosotros partimos y la belleza permanece. Porque nosotros miramos hacia el futuro y la belleza vive en un eterno presente. La lágrima es un intento de permanecer, de quedarse rezagado, de fundirse con la ciudad".

martes, 26 de abril de 2011

todas las palabras



Todo el azul horizonte es para ella.
Como se dice en la página siete.
Y al igual que, como ya anuncié tiempo atrás, todas mis palabras.

viernes, 22 de abril de 2011

Jekyll & Jill



Habla Lichtenberg, y nos dice que los hombres no pueden decir cómo ha ocurrido una cosa, sino sólo cómo creen que ha ocurrido. Bien cierto en mi caso, que nunca, nunca, sé cómo me ocurren las cosas. Así, no podré decir ahora cómo ha “ocurrido” este libro, pero sí cómo creo que ha “ocurrido”. Sí puedo decir cómo creo saber que han llegado, o llegarán, hasta las manos de ustedes los olores y sonidos de sus páginas. Sí puedo decirlo y lo hago. Es justo y necesario hacerlo, decirlo, vocearlo. Un día me esperaba a mí mismo ha “ocurrido” por un acto de amor absoluto al libro. No sólo a este libro. Amor al libro, a todos los libros que son y habrán de ser. Jekyll & Jill destilan amor por lo que hacen. Lo irán viendo, no les quepa duda. Vendrán, “ocurrirán”, más libros con ese sello rojo del pez de plata que todos los libros devora, y todos ellos surgirán de ese amor, les serán a ustedes entregados con ese amor, serán devorados también por ese amor. No es usual que haya tanto amor en los libros que se hacen. Y en éste lo ha habido, lo hay, lo habrá, como lo habrá en los que lleguen. Lo sé, aunque no pueda saber cómo ha ocurrido. También dice Lichtenberg que le encantaría que entre las palabras más hermosas de Shakespeare, aparecieran en rojo aquellas que se debían a una copa de vino bebida en un momento de felicidad. No soy Shakespeare, ni aspiro a ello, pero Jekyll & Jill ya han subrayado en rojo de vino y coral las mías, mis palabras bebidas con vino en este momento de plena felicidad y azul horizonte. Todos ustedes pueden verlo como yo lo veo.

Pero entretanto, pónganles rostro a Jekyll & Jill, a Jill y a Jekyll, y véanlos como los retrató Vicente Almazán. Y no olviden que el martes 26 de abril, en la librería Cálamo de Zaragoza, a las ocho de la tarde, se presentarán en sociedad, repartirán su amor y, también, beberán vino con ustedes.

martes, 12 de abril de 2011

un día, el día

Ahora que ya tiene cuerpo bien guardado; que tiene el olor de las tintas de horizonte y sangre; que cruje al oído entre las manos y canta como lo haría el propio Guillaume; ahora que es al fin tacto, luz y maravilla, y que, de tener un sabor, tendría el regusto de un pernod; ahora, que todo eso es así ya, ha dejado de ser lo que ha sido, para comenzar a ser lo que ustedes quieran. Ahí lo tienen. Yo se lo ofrezco.

lunes, 4 de abril de 2011

azul horizonte y rojo


(Entradas nº32 y 33 del álbum)

Dos dibujos para la edición original de El poeta asesinado, Bibliothèque des Curiex, L’Édition, París, 1916. El de Leonetto Cappiello, destinado a la cubierta del libro, un dibujo original en acuarela, carboncillo y gouache, muestra a un jinete herido en la cabeza, con la boca abierta y la mirada perdida, y sangrando abundantemente. El jinete, su caballo y la tierra, que parece la mar, son de color azul horizonte. Tan sólo la sangre es roja, color de la sangre. El otro dibujo, destinado al frontispicio del libro, es un retrato de Guillaume vendado, crispado y doliente, realizado por su amigo Rouveyre, y publicado ya en el Mercure de France nº433, página 46, el 1 de julio de 1916, como parte de una segunda serie de retratos dibujados por Rouveyre que lleva por título Visages.

martes, 29 de marzo de 2011

memoria e imprenta


Soy hombre de escasa memoria. Algunos de ustedes lo saben. Lo primero que olvido, de forma extraña pero contundente, son las palabras que escribo. De las que hablan de Berthier, de Guillaume y de Madeleine ya no debo preocuparme. JekyllandJill acaban de llevarlas a imprenta. Ya no podré, desde hoy, olvidarlas nunca. Aunque sean alimento para los peces de plata.

lunes, 28 de marzo de 2011

abedul crepuscular


Para las vidas imaginarias.

Dice Marcel Schwob que “la ciencia de la historia nos sume en la incertidumbre acerca de los individuos”. Tal vez la misma incertidumbre junto a la que, mientras cantaba, Guillaume caminaba reculando, reculando, al igual que los cangrejos. Esa ciencia de la historia, y no la de las incertidumbres, muestra a los individuos en el momento de las acciones generales. Y el arte, dice Schwob, es lo contrario de las ideas generales. Por eso nos lanza Marcel Schwob un desafío: “Mírese una hoja de árbol, sus nervaduras caprichosas, sus matices que varían con la sombra y el sol, la protuberancia que ha levantado en ella la caída de una gota de lluvia, la picadura que le dejó un insecto, el rastro plateado del pequeño caracol, el primer dorado mortal que le imprimió el otoño; búsquese una hoja exactamente igual en todos los grandes bosques de la tierra; lanzo el desafío”. Tal vez por ello, el desafío ha unido a Berthier y a Guillaume bajo la lluvia de todas las hojas del único abedul crepuscular que se erguía junto a las trincheras, el mismo que palideció a cada palabra en el umbral del horizonte. Tal vez. No puedo saberlo con seguridad. Ustedes me dirán. “Incertidumbre, oh mis delicias”.

miércoles, 23 de marzo de 2011

los peces terribles


Esta imagen constituyó el llamado quinto adelanto de JekyllandJill Editores.
El texto que sigue es el comienzo del fragmento (o capítulo) nº 18.
Será una parte de la página 23.
Lo irán viendo, ya lo dije.

"Estábamos, me dijo Guillaume, diciendo adiós a toda una época, en aquellos días en los que los gigantes furiosos se erguían sobre Europa, las águilas abandonaban sus nidos y los peces terribles emergían de los abismos. Los muertos temblaban, allá donde estuviesen, los perros ladraban hacia las fronteras y sentía en mí, dijo, a todos los ejércitos que habían de combatir los unos contra los otros, el hombre contra el hombre, descendiendo como estrellas fugaces hasta los océanos más profundos".

sábado, 19 de marzo de 2011

la espera


Esperándome a mí mismo. A la manera de Guillaume.

Jekyll&Jill me ven de este modo, y así narran nuestro encuentro:

"Hace ya tiempo, refugiada en una librería, me puso, el que susurra, la mano sobre el hombro y así encontré el cuaderno azul, el diario de los gestos; y ya sentada en casa, encontré en él las huellas sobre cada una de las páginas. Después de dejar vacío el asiento, de dejar el cuaderno azul de palabras para las desapariciones, aún tiemblo, con los ojos cerrados, al recordar las palabras, los roces y el azul.

Volví a encontrarme con el que narra sus caminos con las mejores palabras posibles, y con Marcel dancé en aquella soir bleu entre las mesas de mármol y los farolillos de papel. Intuíamos ya, quizá, en aquella tarde azul de arrabal, que no había comenzado aún la ceremonia en la que bailan las gentes para protegerse de la muerte que se acerca, en la que se reviven amores y dramas.

Ya sin mapa y con la herida abierta, quisimos compartir con Guillaume el baile que silba como el huracán, cantar sus esquirlas con palabras nuevas, y crear así la danza de este tiempo que es nuestro.

Así comienza nuestro trayecto".

viernes, 18 de marzo de 2011

18


No es casual que esto haya comenzado en la tarde de un día 18. El primero del resto de los días, que dicen las gentes. Siempre, y sin saber muy bien por qué, me ha gustado este número. El 18. Incluso, hace ya tiempo, arranqué algunos de ellos de sus emplazamientos originales. Sin tampoco saber por qué. Lo que sí sé, ahora, es que no es casual haber comenzado hoy. Lo irán viendo.

suturas


Tal vez, como escribe mi admirado Vila-Matas, sea necesario narrar la propia vida para que ésta no sea sólo algo que transcurre. Acaso debamos contarla para comprenderla. Pero una vez contada, narrada, escrita la propia vida, o escritas las de los demás, o la propia a partir de las de los demás, ¿no podría ese texto llegar a convertirse también en algo que tan sólo transcurre? Continúa diciendo Vila-Matas que la vida hay que contarla aunque sea a uno mismo, pero que quedan vacíos al hacerlo, que la narración trata de aplicar suturas, que éstas no son suficientes, que la restitución de la vida es, así, sólo fragmentaria. Acostumbro, lo confieso, a contarme mi vida a mí mismo. En ocasiones se la cuento, o lo intento, a los demás, a los otros. Trato de aplicar suturas. Y sí, todo se queda en algo fragmentario, y me queda la sensación de que esos fragmentos son tan sólo algo que transcurre, algo que se escapa, que se me escapa, a mí, por entre los propios fragmentos. Pero, ya ven, me aferro a ellos, y lo cuento. Aunque sepa que no voy a tratar de comprender nada.