martes, 29 de marzo de 2011

memoria e imprenta


Soy hombre de escasa memoria. Algunos de ustedes lo saben. Lo primero que olvido, de forma extraña pero contundente, son las palabras que escribo. De las que hablan de Berthier, de Guillaume y de Madeleine ya no debo preocuparme. JekyllandJill acaban de llevarlas a imprenta. Ya no podré, desde hoy, olvidarlas nunca. Aunque sean alimento para los peces de plata.

lunes, 28 de marzo de 2011

abedul crepuscular


Para las vidas imaginarias.

Dice Marcel Schwob que “la ciencia de la historia nos sume en la incertidumbre acerca de los individuos”. Tal vez la misma incertidumbre junto a la que, mientras cantaba, Guillaume caminaba reculando, reculando, al igual que los cangrejos. Esa ciencia de la historia, y no la de las incertidumbres, muestra a los individuos en el momento de las acciones generales. Y el arte, dice Schwob, es lo contrario de las ideas generales. Por eso nos lanza Marcel Schwob un desafío: “Mírese una hoja de árbol, sus nervaduras caprichosas, sus matices que varían con la sombra y el sol, la protuberancia que ha levantado en ella la caída de una gota de lluvia, la picadura que le dejó un insecto, el rastro plateado del pequeño caracol, el primer dorado mortal que le imprimió el otoño; búsquese una hoja exactamente igual en todos los grandes bosques de la tierra; lanzo el desafío”. Tal vez por ello, el desafío ha unido a Berthier y a Guillaume bajo la lluvia de todas las hojas del único abedul crepuscular que se erguía junto a las trincheras, el mismo que palideció a cada palabra en el umbral del horizonte. Tal vez. No puedo saberlo con seguridad. Ustedes me dirán. “Incertidumbre, oh mis delicias”.

miércoles, 23 de marzo de 2011

los peces terribles


Esta imagen constituyó el llamado quinto adelanto de JekyllandJill Editores.
El texto que sigue es el comienzo del fragmento (o capítulo) nº 18.
Será una parte de la página 23.
Lo irán viendo, ya lo dije.

"Estábamos, me dijo Guillaume, diciendo adiós a toda una época, en aquellos días en los que los gigantes furiosos se erguían sobre Europa, las águilas abandonaban sus nidos y los peces terribles emergían de los abismos. Los muertos temblaban, allá donde estuviesen, los perros ladraban hacia las fronteras y sentía en mí, dijo, a todos los ejércitos que habían de combatir los unos contra los otros, el hombre contra el hombre, descendiendo como estrellas fugaces hasta los océanos más profundos".

sábado, 19 de marzo de 2011

la espera


Esperándome a mí mismo. A la manera de Guillaume.

Jekyll&Jill me ven de este modo, y así narran nuestro encuentro:

"Hace ya tiempo, refugiada en una librería, me puso, el que susurra, la mano sobre el hombro y así encontré el cuaderno azul, el diario de los gestos; y ya sentada en casa, encontré en él las huellas sobre cada una de las páginas. Después de dejar vacío el asiento, de dejar el cuaderno azul de palabras para las desapariciones, aún tiemblo, con los ojos cerrados, al recordar las palabras, los roces y el azul.

Volví a encontrarme con el que narra sus caminos con las mejores palabras posibles, y con Marcel dancé en aquella soir bleu entre las mesas de mármol y los farolillos de papel. Intuíamos ya, quizá, en aquella tarde azul de arrabal, que no había comenzado aún la ceremonia en la que bailan las gentes para protegerse de la muerte que se acerca, en la que se reviven amores y dramas.

Ya sin mapa y con la herida abierta, quisimos compartir con Guillaume el baile que silba como el huracán, cantar sus esquirlas con palabras nuevas, y crear así la danza de este tiempo que es nuestro.

Así comienza nuestro trayecto".

viernes, 18 de marzo de 2011

18


No es casual que esto haya comenzado en la tarde de un día 18. El primero del resto de los días, que dicen las gentes. Siempre, y sin saber muy bien por qué, me ha gustado este número. El 18. Incluso, hace ya tiempo, arranqué algunos de ellos de sus emplazamientos originales. Sin tampoco saber por qué. Lo que sí sé, ahora, es que no es casual haber comenzado hoy. Lo irán viendo.

suturas


Tal vez, como escribe mi admirado Vila-Matas, sea necesario narrar la propia vida para que ésta no sea sólo algo que transcurre. Acaso debamos contarla para comprenderla. Pero una vez contada, narrada, escrita la propia vida, o escritas las de los demás, o la propia a partir de las de los demás, ¿no podría ese texto llegar a convertirse también en algo que tan sólo transcurre? Continúa diciendo Vila-Matas que la vida hay que contarla aunque sea a uno mismo, pero que quedan vacíos al hacerlo, que la narración trata de aplicar suturas, que éstas no son suficientes, que la restitución de la vida es, así, sólo fragmentaria. Acostumbro, lo confieso, a contarme mi vida a mí mismo. En ocasiones se la cuento, o lo intento, a los demás, a los otros. Trato de aplicar suturas. Y sí, todo se queda en algo fragmentario, y me queda la sensación de que esos fragmentos son tan sólo algo que transcurre, algo que se escapa, que se me escapa, a mí, por entre los propios fragmentos. Pero, ya ven, me aferro a ellos, y lo cuento. Aunque sepa que no voy a tratar de comprender nada.