lunes, 28 de marzo de 2011

abedul crepuscular


Para las vidas imaginarias.

Dice Marcel Schwob que “la ciencia de la historia nos sume en la incertidumbre acerca de los individuos”. Tal vez la misma incertidumbre junto a la que, mientras cantaba, Guillaume caminaba reculando, reculando, al igual que los cangrejos. Esa ciencia de la historia, y no la de las incertidumbres, muestra a los individuos en el momento de las acciones generales. Y el arte, dice Schwob, es lo contrario de las ideas generales. Por eso nos lanza Marcel Schwob un desafío: “Mírese una hoja de árbol, sus nervaduras caprichosas, sus matices que varían con la sombra y el sol, la protuberancia que ha levantado en ella la caída de una gota de lluvia, la picadura que le dejó un insecto, el rastro plateado del pequeño caracol, el primer dorado mortal que le imprimió el otoño; búsquese una hoja exactamente igual en todos los grandes bosques de la tierra; lanzo el desafío”. Tal vez por ello, el desafío ha unido a Berthier y a Guillaume bajo la lluvia de todas las hojas del único abedul crepuscular que se erguía junto a las trincheras, el mismo que palideció a cada palabra en el umbral del horizonte. Tal vez. No puedo saberlo con seguridad. Ustedes me dirán. “Incertidumbre, oh mis delicias”.

2 comentarios:

  1. cómo me gusta Schwob.
    y qué ganas de encontrarme a Guillaume.

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  2. No hay cosa mejor que Schwob, hasta el nombre lo tiene bonito.

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